Homilías del Pbro. Daniel García Flores
Domingo II de Pascua Domingo de la Divina Misericordia
¡Amigos en la Palabra!
En este domingo de la misericordia he meditado sobre tres elementos del texto sagrado: las llagas luminosas, la paz íntegra, la confianza sanadora. La Presencia del Resucitado nos inspira para descubrir su misericordia en la comunidad. El pecado, como auto-idolatría (San Andrés de Creta) pretende que graviten los seres y las cosas alrededor del ego. Se trata de la propia complacencia plasmada como egoísmo, egocentrismo, egolatría...
Un "yo" dócil a las inspiraciones que brotan del costado de Cristo, va madurando en el amor comprometido y transformando esa auto-idolatría en adoración: "Señor mío y Dios mío".
La espiritualidad de la misericordia no se confunde con "bonachonerías", complicidades o impunidades. Más bien, se reconoce como perdón restaurador y liberador: "la humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina" (santa Faustina).
¡Aleluya, aleluya!
En la bendición sacerdotal,
Pbro. Daniel García
Párroco,
San Miguel, Acapantzingo
Marzo 17, 2024
1a. Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles
Hch 4, 32-35
Salmo 117
2a lectura de la primera carta del Apóstol San Juan
1 Jn 5, 1-6
Evangelio según San Juan Jn 20, 19-31
Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al anochecer del día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.
De nuevo les dijo Jesús: "La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo". Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar".
Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: "Hemos visto al Señor". Pero él les contestó: "Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré".
Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Luego le dijo a Tomás: "Aquí están mis manos; acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree". Tomás le respondió: "¡Señor mío y Dios mío!" Jesús añadió: "Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto".
Otros muchos signos hizo Jesús en presencia de sus discípulos, pero no están escritos en este libro. Se escribieron éstas para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengan vida en su nombre.
Palabra del Señor