Iconografía
Icono de San José San José, padre y esposo
Icono de la capilla de los Siervos del Hogar de la Madre
Las Presillas, Cantabria (España)
Por: Martha Eugenia Villalón Herrera
Este icono presenta en el centro la figura de San José, en su vida íntima con Jesús y María.
En el marco se lee la segunda misión del Hogar:
“Defensa del honor de Nuestra Madre, especialmente en el privilegio de su virginidad”, porque él fue el primer gran defensor de este privilegio de María. Por eso lleva en su aureola las tres estrellas de la virginidad de María.
En las esquinas están Sta. Brígida de Suecia y Sta. Teresa de Jesús, protectoras del Hogar que quisieron mucho a este santo.
En cada escena de su vida se puede admirar su profunda mirada. Su vida gira en torno a Jesús y a María. Sin ellos, no tiene sentido.
San José es el primero de todos los santos protectores del Hogar, por eso se ven a sus pies las tres rosas rojas.
En la exhortación Redemptoris Custos de 1989, San Juan Pablo II escribió que José es aquel al cual Dios «con ó la custodia de sus tesoros más preciosos». Por eso la imagen central del icono es San José con el Niño Jesús en su regazo y la Virgen María a sus pies.
San José porta como joyas de su corona las tres estrellas de la virginidad de María, puesto que ha sido su gran defensor y custodio. Es su gloria. Por eso en las escenas de su vida no se ven sobre la Virgen. Sus manos están “ocupadas” en Jesús y María.
Sus pies descalzos recuerdan el mandato que recibió Moisés en el Horeb, ante la zarza que ardía sin consumirse: «Descálzate porque el lugar que pisas es sagrado» (Ex 3, 5). La zarza ardiente ha sido considerada signo de la perpetua virginidad de María. En su aureola puede leerse: «Padre» y «Esposo», los dos términos que definen su vocación: Es esposo virginal. Es padre virginal.
María está junto a José, a sus pies, en actitud de reverencia y servicio. En sus manos se ve la delicadeza ternura de su amor santo. Ella confía plenamente en su esposo. José aprende de María a amar y tratar a Jesús.
“María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo” (Mt 1, 18). María está sumergida en las llamas de amor del Espíritu Santo. Siete, porque Ella es la llena de gracia (cf Lc 1, 28).
Las manos de la Virgen manifiestan la apertura total a Dios. Su “amén”. También su Hijo abre los brazos aceptando la Voluntad del Padre y tomando la postura de la crucifixión. Arrodillado, expresa: “He aquí, oh Padre, que vengo a hacer tu Voluntad” (Hb 10, 7). Es el FIAT de Jesús y María.
Al lado de San José un querubín muestra el icono de Dios Padre. El término «icono» sugiere imagen y presencia. Y siendo imagen del Padre, Dios le concedió una gran santidad. «Entre Dios y José no distinguimos ni podemos distinguir otro mayor que María Santísima por su divina maternidad» -Papa Pío XI, 22 de abril de 1926. Así́ se ha llamado a San José, que fue imagen y reflejo del Padre para Jesús Niño. Participa de manera única en la paternidad del Padre Eterno sobre Jesús.
«Su matrimonio fue consumado con Jesús. María y José se unieron con Jesús; María y José no pensaron más que en Jesús. Amor más profundo ni lo ha habido ni lo habrá ya nunca en esta tierra. San José renunció a la paternidad de la sangre, pero la encontró en el espíritu, porque fue padre adoptivo de Jesús. La Virgen renunció a la maternidad y la encontró en su propia virginidad» (Papa León XIII).
Después del de la Virgen, el corazón de San José es el que más cerca estuvo del Corazón del Redentor.
San José amaba con verdadero amor paternal a Cristo. Su corazón estaba unido de tal forma al de Jesús, que mucho antes que san Juan se recostara sobre el pecho del Señor, ya san José conocía plenamente los latidos del Corazón de Cristo y aún más, Cristo conocía perfectamente los latidos del corazón de su padre virginal, puesto que en su niñez estuvo recostado en el pecho de su padre, José. Así́ será conocido Jesús: como «el hijo de José».
Se ve el piececito descalzo de Jesús. Es signo de su necesidad. El Niño está dormido, sin preocupación, porque está con su padre. Jesús ocupa el centro físico del icono, porque Él es el centro y la clave de todo santo.
Dios Padre, con ando a San José los tesoros más preciosos del cielo y de la tierra, al escogerlo entre todos los hombres para ser el jefe de la Sagrada Familia, nos dio en cierto modo, la medida del respeto que le debemos.
Los siete serafines con llamas expresan la plenitud de dones con que el Señor enriqueció el alma de José a n de poder realizar la misión que le había designado. La Sagrada Escritura le denomina «hombre justo» (dikaios) (Mt 1,18). Creó a José con todas las perfecciones expresamente para María.
La mirada de María y de José está dirigida hacia la mano del Padre. Ellos buscan en todo la Voluntad de Dios. La mano del Padre bendice el matrimonio de María y José. La presencia del Espíritu Santo sobre sus manos unidas es signo del Amor divino que los envuelve. De nuevo vemos las tres estrellas, porque este matrimonio será virginal por designio del Padre. Detrás de Ellos se ve la silueta del santuario, porque con su matrimonio se constituye el primer «hogar» de la Virgen.
“María pertenece a José y José a María, de modo que su matrimonio fue verdadero matrimonio, porque se han entregado el uno al otro. Pero ¿en qué sentido se han entregado? Ellos se han entregado mutuamente su virginidad y el derecho de conservársela el uno al otro. María tenía el derecho de conservar la virginidad de José y José tenía el derecho de custodiar la virginidad de María. Toda la fidelidad de este matrimonio consiste en conservar la virginidad” (San Agustín, De nuptiis et concupiscentia 1, 12)
“José, su marido, siendo justo y no queriendo denunciarla, resolvió dejarla ocultamente” (Mt 1, 19). José, arrodillado, sufre terriblemente. Sin duda es uno de los mayores sufrimientos que tuvo que arrostrar. Los dos anillos en el pecho son signo de su amor esponsal.
¿Quién puede alcanzar a imaginar la ruptura interior que experimentó José al pensar que debía separarse de María? Cómo sufriría María al ver ese desgarro en su esposo. Detrás se ve a María embarazada trabajando, porque Ella al conocer el embarazo de Isabel fue con prisa a servirla.
"José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu esposa porque lo concebido en Ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 20-21).
Fe de san José. Creyó en lo que es humanamente impensable: la maternidad de una virgen, la Encarnación del Hijo de Dios. Abraham creyó que su esposa estéril le daría un hijo, José creyó que su esposa Virgen sería Madre.
“En las palabras de la «anunciación» nocturna, José escucha no sólo la verdad divina acerca de la inefable vocación de su esposa, sino que también vuelve a escuchar la verdad sobre su propia vocación. Este hombre «justo», que en el espíritu de las más nobles tradiciones del pueblo elegido amaba a la virgen de Nazaret y se había unido a Ella con amor esponsal, es llamado nuevamente por Dios a este amor”. S. JP II, RC
“Mediante el sacrificio total de sí mismo José expresa su generoso amor hacia la Madre de Dios, haciéndole «don esponsal de sí». Aunque decidido a retirarse para no obstaculizar el plan de Dios que se estaba realizando en Ella, él, por expresa orden del ángel, la retiene consigo y respeta su pertenencia exclusiva a Dios”. S. JP II, RC
Oración
¡Oh Dios, que con inefable providencia te dignaste elegir a San José para esposo de tu Santísima Madre!; te rogamos nos concedas tenerlo como intercesor en el cielo, ya que lo veneramos como protector en la tierra. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.