El icono se encuentra en la Capilla Redemptoris Mater, la “Sixtina Moderna”.
Coloca ante ti este icono. Deja, si puedes, tus preocupaciones. Serénate y prepara tu corazón para la sorpresa. Acércate desde ahí al Señor. Abre la Palabra y lee estos dos textos: Hechos de los Apóstoles 1, 12-14; 2, 1-11
*Jesús, sentado, subido en alto y en el centro, se manifiesta Rey del Cosmos. El Resucitado ha sido glorificado, así lo indican sus vestiduras doradas y el lugar céntrico que ocupa. En una mano tiene el rollo donde están escritos nuestros nombres; con la otra, levantada, apunta al Padre, que a su vez, también lo señala como al Hijo Amado, al que ha glorificado y al que hay que escuchar.
* María está presente en medio de los discípulos, como Madre de todos, eje misterioso y escondido de la Iglesia. También sobre ella desciende una llama de fuego. En su humilde y discreta igualdad, María es discípula con los discípulos. Ella ha seguido al Maestro y será en medio de ellos como un cofre que encierra los recuerdos más íntimos de las palabras y los gestos de Jesús.
* Los Apóstoles están de pie, sobre cada uno de ellos se posa una llama de fuego. Sus rostros están llenos de luz y de paz. Los discípulos están vueltos hacia ella para saber más acerca de su Hijo. Son la Iglesia visible y humana; son la continuidad de ese Cuerpo de Cristo que está en la gloria y que ahora recibe el Espíritu Santo.
* El Espíritu, como una fuerza que fluye de lo alto y desde la unidad se distribuye en lenguas de fuego que se posan sobre los Apóstoles y sobre María.
* El Fuego es signo del amor; fuego que Jesús ha querido traer a esta tierra, para purificar y para incendiar; fuego que es luz que ilumina el mundo entero y ahora se hace presente en su Iglesia.
* El Espíritu se hace presente en Pentecostés. Se ha cumplido la Promesa de Jesús, la promesa del bautismo de fuego, la promesa de la fuerza para ser testigos del Evangelio.
Toma conciencia de que en tu bautismo y en tu confirmación has sido habitado por el Espíritu, consagrado a Jesús, enviado a dar testimonio de su Evangelio en el mundo.
Da gracias porque el Espíritu de Amor nos hace hijos del mismo Padre y hermanos y hermanas de todos.
Canta, con la Iglesia, el gozo de la presencia del Espíritu Santo. Esta es la obra del Espíritu en la Iglesia. Esta es la acción misteriosa que todo renueva y embellece; esta es la atmósfera de la presencia de Cristo. Porque es el amor de los pastores, la fuerza de los mártires, la valentía de los apóstoles, la generosidad de los misioneros, la sabiduría de los teólogos, la creatividad de los santos, la fecundidad de las almas contemplativas, la fidelidad de los cristianos más sencillos, el impulso renovador de los jóvenes, la pacífica sabiduría de los ancianos, la caridad de los que se ocupan de los más pobres, el grito de libertad de los oprimidos y la fuerza liberadora de los marginados. El hace nuevas todas las cosas, une a todos en la comunión, restablece todo en el diálogo de la unidad, prepara la venida del Reino de Cristo. Y él está en la Iglesia, porque: "Donde está el Espíritu de Dios allí está la Iglesia; y donde está la Iglesia allí está el Espíritu de Dios y toda gracia".
"Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra"
El icono se encuentra en la Capilla Redemptoris Mater, la “Sixtina Moderna”
La Capilla Redemptoris Mater se encuentra en el Palacio Apostólico, en la Ciudad del Vaticano. Con anterioridad se llamaba Capilla Matilde, pero el Papa Juan Pablo II, al concluir el año mariano 1987-1988, cambió su nombre a "Redemptoris Mater" en honor a la Santísima Virgen, por quien sentía una profunda devoción. De hecho, durante muchos años esta fue la capilla donde el Papa Juan Pablo II celebró la Eucaristía con grupos de fieles, hasta que la enfermedad se lo impidió.
En 1996, con ocasión del 50° aniversario de la ordenación sacerdotal del Papa Juan Pablo II, la capilla fue completamente reestructurada y decorada, gracias a las donaciones del Colegio de Cardenales. El Papa quiso que la nueva capilla incluyese la presencia de la tradición oriental, otorgándole un importante valor ecuménico. De este modo, la capilla se convirtió en un signo visible de comunión entre las Iglesias oriental y occidental.
San Juan Pablo II confió el trabajo de renovación de la capilla al "Atelier de Arte Espiritual" del Centro Aletti, bajo la dirección del sacerdote jesuita P. Marko Ivan Rupnik. Este último invitó al artista ortodoxo ruso Alexander Kornooukhov a realizar la obra del Muro Principal (o Muro de la Jerusalén celestial); y al artista checo O. Oliva, a diseñar y construir la cátedra, el ambón y el altar de la capilla. El P. Rupnik y los artistas del "Centro Aletti" trabajaron en la bóveda y las paredes adyacentes restantes (el Muro de la Encarnación, el Muro de la Ascensión y Pentecostés, y el Muro de la Parusía). Después de tres años de trabajo, el Papa Juan Pablo II presidió solemnemente el rito de dedicación de la capilla el 14 de noviembre de 1999.
Con su diversidad de colores y texturas, los mosaicos dan vida a los personajes y símbolos de la Capilla Redemptoris Mater, celebrando la historia de la salvación centrada en el misterio de la Santísima Trinidad. Dicho misterio se representa en la capilla, ante todo, en Jesucristo, el Hijo de Dios que se hizo carne, y luego en la Santísima Virgen, su madre. En la Capilla Redemptoris Mater, la historia de la salvación se hace visible a través de episodios y figuras del Antiguo Testamento, los misterios de la vida de Cristo, los santos de la Iglesia (incluidos los mártires del siglo XX) y los testigos de la fe de otras iglesias y comunidades cristianas. La Santísima Trinidad rodea y orienta todo a la esperanza del nuevo Cielo y la Tierra nueva, y a la segunda y definitiva venida del Señor Jesucristo. Las imágenes llevan la impronta característica de los cánones de la iconografía oriental clásica, pero con un toque incisivo de modernidad que les otorga originalidad y vigor.
Para los fieles, la contemplación del icono es una invitación a la oración, particularmente a la oración litúrgica. Es una llamada al creyente para que "permanezca ante el Señor", a fin de que pueda renovarse y transformarse. Los íconos exhortan a la conversión, a la transformación de la cual habló San Pablo: "Nosotros, con el rostro descubierto, reflejamos, como en un espejo, la gloria del Señor, y somos transfigurados a su propia imagen con un esplendor cada vez más glorioso, por la acción del Señor, que es Espíritu."(2 Co. 3: 18).
Podemos afirmar que Juan Pablo II ha transformado sabiamente el regalo que le hizo el Colegio Cardenalicio con ocasión de su 50° aniversario de sacerdocio en un regalo hecho a Dios, a su gloria y a todo el pueblo de Dios.
Nos ha regalado esta maravillosa obra, templo del diálogo entre las Iglesias orientales y occidentales.
En el siguiente enlace podemos dar un paseo virtual por esta grandiosa obra:
http://w2.vatican.va/content/dam/vatican/virtualtour/redemptorismater/resources/tour-es.html
Referencias:
http://www.cipecar.org/es/c/?iddoc=156
http://w2.vatican.va/content/dam/vatican/virtualtour/redemptorismater/index-es.html