Iconografía
La Virgen y el Niño, siglo V. Roma, Sta. Francesca Romana.
Tomado del libro “El Icono” de Michel Quenot,
Ed. Desclée de Brouwer
El Icono
Por: Martha Eugenia Villalón Herrera
El icono proviene de la Iglesia, como goce anticipado del Reino; el icono nos rebela la belleza y el gozo del Reino y tarde o temprano, de una manera u otra, nos invita a participar en el Reino. Al reflejar la belleza de Dios y de sus santos, el icono está en el centro de la experiencia espiritual de la Ortodoxia, es decir, de la Iglesia.
El icono manifiesta a través de la tradición eclesial común, la imagen profunda y eterna de Cristo Dios y hombre, Muerto y Resucitado, tal y como está grabada en la más íntima memoria del corazón humano y tal como brota a raudales de luz y de gracia, a medida que va liberándose de las escorias que ensombrecen su resplandor. El icono nos invita al silencio. Es sacramento de la divino-humanidad de Cristo.
El icono posee un valor sacramental en diversos grados y títulos. La creación del icono que brota del corazón del artista es belleza pura y verdadera en un misterio, un milagro constantemente reiterado.
El hombre en sí mismo es un ser sacramental por naturaleza y necesita el canal de los sacramentos y de los símbolos para llegar a la comunión con el Invisible. Por medio del icono, se establece una verdadera relación entre el creyente y el misterio representado.
El icono “Teología en imagen” anuncia a través de los colores y hace presente lo que el evangelio proclama por la palabra. El icono es por consiguiente uno de los aspectos de la Revelación divina y de nuestra comunión con Dios.
Oración recitada por el pintor de iconos antes de comenzar su trabajo.
Tu,
Dueño divino
de cuanto existe,
ilumina y dirige
el alma, el corazón y el espíritu
de tu servidor;
lleva sus manos
para que pueda representar
digna y perfectamente
Tu imagen, la de Tu Santísima Madre
y la de todos los santos
para gloria,
alegría y embellecimiento
de Tu Santa Iglesia.
Esta pintura destinada a la veneración parece haberse establecido en la primera mitad del siglo V. Ocurrió esto con ocasión de la llegada a Constantinopla del retrato de la Virgen con el Niño (Hodighitria) atribuido a san Lucas. Haya o no pintado el apóstol una o varias imágenes de la Virgen María, lo cierto es que él fue el único evangelista que nos proporcionó tantos detalles acerca de Ella. Considerado, con razón o sin ella, como el primer pintor de icono, él nos ha transmitido sin duda el primer icono “verbal”, bosquejándonos una especie de retrato interior de Ella.
La Virgen y el Niño, siglo V. Roma, Sta. Francesca Romana.
Tomado del libro “El Icono” de Michel Quenot, editorial Desclée De Brouwer