Misterio del Origen del Matrimonio

Por: Marco y Rosy Pineda
¡Hermanos en la fe, por la gracia de Dios nuestro Padre!, que nos hace coincidir a pesar de las distancias y de las brechas que la vida del mundo nos impone; el Señor desde su omnipotencia de misericordia… infinita nos congrega, nos une, para trascender en el amor pleno, ya que Él nos ama primero antes que nosotros a Él (1 Jn 4,19), y su gran plan es la alianza en su amor entre un hombre y una mujer: el matrimonio.
Pero, ¿cuál es la riqueza del misterio verdadero de esta alianza conyugal, el matrimonio?
Mi esposa y un servidor cumpliremos 27 años de matrimonio el próximo 12 septiembre de este año; aún recuerdo ese momento, eran las 17:30 de un sábado y me encontraba solo, justo enfrente de la entrada principal de la Catedral de Cuernavaca, esperando a mi futura esposa. Desde la acera de enfrente veía cómo comenzaban a llegar los invitados de mi prometida y algunos amigos, en realidad solo uno para mí, menos mi familia que sabía no llegaría. No tenía idea aún del compromiso que iba a contraer ante el Señor y ante la Iglesia, solo me invadía el nerviosismo y la aterradora idea de que no llegara la novia.
Desde hace 5 años, por gracia de Dios comenzamos a descubrir su misericordia en nuestra vida matrimonial; antes, en nuestra vida cotidiana, la fe brincaba como el sembrador, que al sembrar la semilla caía en el borde del camino, la perdíamos fácilmente, en ocasiones en terrenos de piedras, no estaba bien enraizada, y a veces entre los espinos de las pasiones humanas (Mc 4, 3-20), es decir, una vida superficial y de insatisfacción, inclusive llegó hasta la miseria y la soledad, rodeados de muchos amigos superfluos, sin amigos sinceros, alejados de Dios. Aunque fieles a la misa dominical, perdimos de vista que el Santo Matrimonio no es cosa nuestra, es Dios el que nos hizo coincidir para hacer un gran bien en este mundo, para ser felices, por eso nunca nos faltará su gracia para vivirlo conforme a los planes que Él tenga para nosotros. No somos dos, somos tres y Dios es el centro y siempre que lo quitas del centro, el mundo, las tentaciones se pondrán en su lugar y nuestro matrimonio peligrará.
Fue entonces, que al tener nuestro encuentro con el que sabemos nos ama, el Señor en su infinito amor nos hizo conscientes de la verdad, que el matrimonio es creación de Dios para vivir en una relación íntima de amor, es decir, el hombre necesita abrirse a los demás, con una necesidad incesante de comunicarse y con una gran necesidad de compañía. No está bien que el hombre esté solo, hagámosle una compañera semejante a él (Gn. 2,18). La mujer “carne de su carne”, su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios.
Un don de Dios para el hombre y la mujer es el matrimonio que fue elevado por Jesucristo a la dignidad de sacramento entre los bautizados. El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida terrena hasta la vida eterna.
El contraer matrimonio, es una llamada de Dios, es una misión que nos llama a la santidad. Se trata de una gran responsabilidad. Necesitamos ser desde nuestro matrimonio luz del mundo y sal para la tierra. Nuestro mundo y nuestra tierra en primerísimo lugar será nuestro hogar (esposa, esposo, hijos) y los que se acerquen a nuestro hogar necesitan llevarse la luz de Dios, nuestra oración, nuestro perdón, pero sobre todo el amor. “La misión de la familia es ser testigos del amor de Dios en el día a día”.
¿Nuestro matrimonio es una sola carne, una sola pieza, un complemento?
Al principio ya existía la Palabra y estaba junto a Dios y la Palabra era Dios y la Palabra se hizo carne (Jn 1, 1-2.14); la omnipotencia extraordinaria del infinito amor de nuestro Padre, imposible de comprender en totalidad por el hombre, la hace carne en su unigénito, gran misterio es este amor Trino, que en su unidad lo alarga hacia nosotros los cónyuges, a su mayor creación, el hombre y la mujer, haciéndonos co-creadores, participes en Él, en este alargamiento del amor Trino del don de la vida y nos bendice para ser felices. Dios creó al hombre a imagen de Dios, lo creó varón y mujer, y los bendijo diciéndoles: procread y multiplicaos y llenad la tierra. (Gn 1, 27-28).
A cada uno de nosotros ha sido creado a su imagen y semejanza, ninguno de nosotros es producto de la casualidad, es fruto del pensamiento amoroso de Dios, Dios te ha hecho coincidir con tu pareja para formar una sola carne, porque la mejor expresión del amor divino es la del amor humano de un matrimonio y cuando se alimenta del amor de Dios, ese amor matrimonial se renueva y se fortalece.
El matrimonio es también imagen del amor de la Santísima Trinidad puesto que este sacramento refleja el amor de Dios con nosotros. El Dios Trinidad es comunión de amor, las tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es justamente este el misterio del Matrimonio: Dios hace de los dos esposos una sola existencia, cuyo único beneficio, es el brindarte, donarte a tu pareja antes que a uno mismo, un complemento en el cual nos perfeccionamos mutuamente y crecemos desde el misterio del amor que lo hace institucional al servicio de la familia. ¿No habéis leído, como Él que creó al hombre al principio, lo hizo varón y mujer? Y dijo: por ello el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos serán una misma carne (Mt 19, 4-6). En entrega total en cuerpo y alma, el uno al otro está llamado a trascenderse asimismo y a fructificar en el don de los hijos, de los nietos… De esa forma surge la comunidad de amor de personas humanas “la santidad en la familia” que reflejan la comunidad del amor trinitario.
Nuestra alianza matrimonial, “Los esposos testigos del amor de Jesucristo”
Hombre y mujer en unidad en Cristo,“una sola carne” ¡Así de íntima es la unión del hombre y de la mujer en el matrimonio!, siguiendo a Cristo en los gozos y en las tribulaciones de su vocación, “los cónyuges estamos llamados a ser testigos de su amor con la alianza voluntaria entre los esposos. El matrimonio es camino de santidad, un camino difícil, pero lleno de belleza que inspira el mantenernos en la fidelidad del uno al otro, en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad; la unión que nos hace ministros del sacramento indisoluble, para hacer de la vida matrimonial una forma de vida, es decir, una vocación de unión desde el amor, sobre las bases humanas del diálogo, la confianza, la ternura, la paciencia, la comprensión y la ayuda mutua. Entre más amemos a nuestra pareja, más se evidencia la presencia de Dios en nuestra vidas.
¡Oh Señor!, gracias por hacernos parte de tu inmensa creación, gracias por la esposa con la que bendijiste mi vida, por ella, la compañera perfecta con la que haz unido nuestras vidas, gracias porque infundes tu gracia para hacernos una misma carne para crecer en tu amor. Gracias por que nos alcanzó tu misericordia y nos transformó, y haz hecho de nuestro matrimonio una forma de vida, en la que lo único que nos has pedido es llenar nuestras tinajas para convertir nuestra alianza en el mejor de los vinos (Jn 2). Amén.
REFERENCIAS:
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BIBLIA
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CATESISMO DE LA IGLESIA
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AMORIS LAETITIA
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Prédica: Presbítero Daniel García Flores
Kerigma Matrimonial
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El Matrimonio, origen y sentido.
Por: P. Felipe | Fuente: Catholic.net