Desarrollo Humano
¡La verdad los hará libres!
Por: Sandra Lorena García Flores.
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en Él: -Si ustedes se mantienen fieles a mi palabra, serán de veras mis discípulos, conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. (Jn 8, 31-47).
En el mundo relativizado y subjetivizado en el que vivimos, la gran interrogante es ¿qué es la verdad?, hay quienes aseguran que cada persona tiene su verdad y podemos encontrar, desde distintas disciplinas, un sinfín de significados para dicho término. En este artículo me quiero referir a la Verdad, con mayúscula, a Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida, la Verdad que nos quiere libres, lejos de toda esclavitud.
Sin lugar a dudas, una de las formas más comunes en la que experimentamos esclavitud son los apegos, los cuales al experimentarlos nos martirizan y desfiguran nuestro rostro humano. Existen diferentes tipos de apego que nos alejan de nuestra libertad y nos convierten en un féretro al que otras personas, circunstancias o cosas pueden mover, causándonos grandes daños físicos, mentales y espirituales, además de provocar grandes atentados contra la caridad y la justicia, tanto por quien los ejerce como por quien lo padece.
Los apegos se nutren del miedo y ocasionan un gran sufrimiento. Los apegos provocan que nos coloquemos una máscara, mostrando alguien que no somos, bloqueando el sentido de nuestra realidad y sumergiéndonos en la inconsciencia de pretender que todo gire en torno a nosotros y a nuestras necesidades.
Hablemos de algunos tipos de apego que contribuyen a la esclavitud y que a la postre restan albedrío y la paz que el corazón merece:
Apego afectivo: El respeto a la individualidad, a la libertad y a la autonomía son frutos del verdadero amor. En lo personal, dentro de los conceptos del amor que más me agrada, es el que indica que este sentimiento más sublime consiste en buscar el bien de la persona amada y me pregunto si en el marco de los celos, la inseguridad, el control y el egoísmo se puede buscar el bien del ser amado. Muchas veces vemos a los demás como una tabla de salvación, a quienes nos aferramos de manera adictiva, provocándole y provocándonos una vida frustrada, una vida desdichada.
Cuántas veces hemos sido testigos o protagonistas de relaciones tóxicas en donde tácita o expresamente decimos “pégame pero no me dejes”. Valdría la pena respondernos qué es lo que nos aleja de nuestra dignidad e identidad, porqué olvidamos que nuestro valor radica en cada gota derramada por Cristo. Estoy cierta que cuando recordemos nuestra valía podremos decir: contigo y sin ti soy feliz. Sólo así vivimos relaciones libres, nutrientes y duraderas.
No sé si coincidas conmigo, pero considero que este tipo de apego es el más doloroso y también el más común.
Apego ideológico: Dicen que en la mesa no debe hablarse de religión, de futbol ni de política, pareciera que dicho protocolo se deriva de la intolerancia y la creencia errónea de ser los poseedores de la verdad.
Las guerras y otros males sociales suelen tener como fundamento un apego ideológico exacerbado. Empero, también nuestras guerras cotidianas se derivan por la defensa a ultranza que hacemos de nuestra ideología.
Sólo las mentes con grandeza humana pueden reconocer el valor de otras ideas. Se me viene a la mente Nelson Mandela, quien después de ser liberado de 27 años de prisión, fue el primer mandatario de raza negra en Sudáfrica. Lejos de mantener una postura clasista o racista, Mandela gobernó de manera innovadora, creativa e incluyente, sin distinción de ideología, color, religión o estatus socioeconómico. Pugnó por la unidad de Sudáfrica, haciendo de ese país una gran nación.
Cuánta necesidad existe en nuestras vidas, en nuestras familias y en nuestra sociedad de sacudirnos del ego, de la necedad de creer que la razón siempre nos asiste. Evitaríamos tanto daño, habría más paz en nuestro interior y, por ende, en nuestro exterior. Qué grato es encontrarse con personas quienes no niegan su ideología pero son capaces de respetar la ajena.
Apego material: Es insoslayable reconocer que en la sociedad en la que vivimos, vestir de marca o andar al último grito de la moda es lo chic. Depositamos en un bolso, en una camisa o en un aparato de alta resolución, nuestro auténtico valor. Disfrutar aquellos objetos que nos dan satisfacción no constituye un pecado, me parece que lo grave es que dichos bienes nos dominen a nosotros.
En lo personal soy fan del coaching financiero, considero que es una manifestación de libertad. Hoy existe una propuesta denominada capitalismo espiritual, de cuyos postulados destaca que la mente es el activo más poderoso que un emprendedor posee. Robert Kiyosaki, uno de los principales exponentes de dicha corriente, en su libro padre pobre, padre rico, refiere historias de personas que al perder su patrimonio también perdieron el juicio, les dio un infarto o se suicidaron, porque no fueron capaces de comprender que la vida no se trata de cuánto dinero ganamos, sino del uso que le damos a ese dinero. Soy una convencida de que la riqueza no consiste en cuánto dinero tenemos, sino en la libertad financiera de la que gozamos y en el servicio que brindamos a nuestro prójimo.
En ese apego material encontramos personas que aparentemente tienen belleza, riqueza material, juventud, éxito y aun así proceden al suicidio o se pierden malgastando los talentos verdaderos que la vida les ha concedido.
En oriente se suele abocar al desarrollo espiritual, mientras que en occidente al material, considero que la sabiduría radica en integrar en la vida humana ambos aspectos, puesto que uno es tan fundamental como lo es el otro.
Desde la filosofía se estudia la libertad interna y la libertad externa. Vemos individuos a quienes nada ni nadie les impide trasladarse ni trascender y viven en un verdadero cautiverio, es más me atrevo a asegurar que esas personas no viven, existen. Por otro lado, hay personas como Mandela, quienes privados de su libertad física descubren su libertad interna. Que no necesitemos de prisión alguna para descubrir el valor de nuestra riqueza interna.
Somos expertos en querer mantener el control de nuestras vidas y en la de los demás. Contradictoriamente como creyentes profesamos el “hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”, que tibieza y falsedad conservamos. Somos seres en el devenir, nuestra historia es tan dinámica e incierta que sólo podemos cederle el control al Creador.
Tales apegos generan tanta dependencia que solemos estar en una búsqueda infinita de sustitutos de libertad y plenitud. Etimológicamente la palabra depender está formada por el prefijo de que indica dirección de arriba y pendere que significa colgar. De esta composición surge su significado. Depender es estar colgado desde arriba, sin base, en el aire. Efectivamente, quienes viven con apegos se encuentran colgados, en el aire y sin base, de personas o bienes.
Finalmente te invito a que te respondas desde tu interior y en tu intimidad con autenticidad, lo siguiente:
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¿Estás colgado en el aire, sin base, a alguien o a algo? Si es así ¿a quién o a qué?
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¿Experimentas algún tipo de apego? Si es así ¿cuál es el que predomina en ti?
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¿Ejerces en alguien apego afectivo?
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En los apegos practicados, ¿has experimentado alguno de los siguientes sentimientos o vicios?
Conformismo ( ) Envidia ( ) Pereza ( ) Mediocridad ( )
Impotencia ( ) Vacío ( ) Enojo ( ) Frustración ( )
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¿Qué acciones realizarás para desapegarte y vivir en libertad?
Recuerda, según los expertos, los hábitos se realizan a través de la repetición durante 21 días. Te sugiero que si vas a emprender alguna acción no dejes de practicarla. ¡¡¡Somos lo que practicamos!!!