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Iconografía

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La Natividad

Por: Martha Eugenia Villalón Herrera

El icono de la Natividad de Cristo tiene dos aspectos fundamentales: en primer lugar, revela la esencia misma del evento, el inmutable hecho de la Encarnación de Dios; nos presenta ante el visible testimonio del dogma fundamental de la fe cristiana, remarcando con sus detalles tanto la naturaleza Divina como la humana del Verbo hecho carne. En segundo lugar, el icono muestra el efecto de este evento en la vida natural del mundo, nos da una perspectiva de todas sus consecuencias. Porque según San Gregorio el Teólogo, la Natividad de Cristo “no es una fiesta de creación sino una fiesta de re-creación”, de renovación, que santifica a todo el mundo. (Veniens mundum consecrare, dice el “Martirologium Romanum” –“Él vino a consagrar el Universo”.) A través de la encarnación de Dios, la creación entera adquiere un nuevo significado, que yace en el propósito final de su ser –que es ultimadamente la transfiguración.

Toda la creación toma parte en el evento y rodea al Niño Dios recién nacido, vemos representantes de todo el mundo creado, cada uno rindiendo su servicio propio, o como dice la Iglesia –cada quien dando gracias a su modo. “¿Que hemos de ofrecerte, oh Cristo, que te has aparecido en la tierra como hombre por nosotros? Porque cada creatura hecha por Ti te ofrece acción de gracias: los ángeles te cantan, los cielos una estrella, los magos sus dones, los pastores su asombro, la tierra una cueva; el desierto un pesebre; y nosotros a la Virgen Madre.” A esto el icono añade dones de los reinos animal y vegetal.

En el centro del icono, el niño envuelto en pañales, acostado en el pesebre, con la oscura cueva donde nació como fondo, encontramos una comparación hecha entre el nacimiento de Cristo en una cueva y la luz espiritual que brilla en la oscuridad de la muerte que envuelve a la humanidad. La boca oscura de la cueva en el icono es, en su sentido simbólico, precisamente este mundo, afligido con el pecado por culpa del hombre, en el cual, “El Sol de verdad” ha brillado.

El Evangelio de San Lucas (2:7) habla del pesebre y de los pañales “y le envolvió en pañales, y le acostó en el pesebre”, y más adelante los menciona como signo distintivo dado por el ángel, por el cual los pastores iban a reconocer en el Niño a su Salvador: “Esto tendrán por señal: encontraréis al Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.” (Lucas 2:12).

El desierto (en este caso un lugar vacío e inhabitado), que ofreció refugio al Salvador, quien no fue aceptado por el mundo desde su nacimiento, fue el cumplimiento de la prefiguración del Antiguo Testamento –el desierto donde se dio el símbolo de la Eucaristía -el maná. Aquel que hizo llover maná –pan del cielo –sobre el pueblo Judío, se hizo a sí mismo el pan de la Eucaristía –el Cordero, colocado sobre el altar, el pesebre es el símbolo traído por el desierto del Nuevo Testamento como ofrenda al Niño.

 

Cueva, pesebre, pañales -son indicaciones de la kénosis de la Divinidad, su degradación, la absoluta humildad de Él quien, invisible en su naturaleza, se hace  visible en la carne por los hombres, nace en una cueva, es envuelto en pañales, de esta forma presagiando su muerte y sepultura, el sepulcro y la mortaja. En la cueva, cerca del pesebre, están de pie un buey y un asno. Los Evangelios no hablan de ellos. Pero aun así en todas las representaciones de la Natividad de Cristo, están inmediatamente junto al Niño Dios. Su lugar en el centro del icono indica la importancia dada por la Iglesia a este detalle. Y es nada menos que el cumplimiento de la profecía de Isaías (1:3) que tiene un profundísimo significado didáctico: “El buey conoció a su dueño, y el asno el pesebre de su señor: Israel no conoció, mi pueblo no entendió.” Por la presencia de los animales, el icono nos recuerda la profecía de Isaías y nos llama al conocimiento y entendimiento del misterio de la Dispensación Divina. Mirando al icono de la Natividad de Cristo, lo primero que llama la atención es la posición de la Madre de Dios y el lugar que ocupa. “En este festival de re-creación” ella es “la renovación de todo lo nacido en la tierra”.

 

Ella es la más grande acción de gracias a Dios, que el hombre, de entre toda la creación, da al Señor. Por esta ofrenda en la persona de la Madre de Dios, la humanidad caída da anuencia a su salvación a través de la Encarnación de Dios.

 

El icono de la Natividad subraya gráficamente este papel de la Madre de Dios, distinguiéndola de entre las otras figuras por su posición central y otras veces por su tamaño. Ella esta recostada inmediatamente junto al Niño, pero generalmente ya afuera de la cueva, en una cama, del tipo que los judíos llevaban en sus viajes.

Alrededor del grupo central –el Divino Niño y su Madre –están agrupados todos los detalles que dan testimonio de la Encarnación misma y su efecto sobre todo el mundo creado. Los ángeles realizan un servicio doble: glorifican y dan buenas nuevas. En un icono esto es usualmente expresado por el hecho que algunos de ellos ven hacia arriba y cantan gloria a Dios, otros se inclinan hacia los hombres, a los que les brindan las buenas nuevas. Los pastores se muestran escuchando el mensaje de los ángeles; y a menudo uno de ellos se encuentra tocando una flauta, agregando así el arte humano –música –al coro angelical. Del otro lado de la cueva están los magos, guiados por una estrella. Ellos están representados ya sea montando, o  caminando con los dones. Un rayo largo proveniente de la estrella, apunta directamente a la cueva. Este rayo conecta a la estrella con una parte de la esfera que va más allá de los límites del icono –una representación simbólica del mundo celestial. De este modo el icono nos muestra que la estrella no sólo es un fenómeno cósmico, sino también es una mensajera del mundo en lo alto, brindando la nuevas del nacimiento del “Celestial en la tierra”. Es esta luz la que según San León el Grande, fue ocultada a los judíos, pero mostrada a los gentiles. En los pastores, los primeros hijos de Israel en adorar al Niño, la Iglesia ve el comienzo de la Iglesia judía, y los magos –“el comienzo de las  naciones”–la Iglesia de los gentiles. De un lado están los pastores –hombres simples y sencillos, a quienes el mundo en lo alto entra en comunicación directamente, dentro su labor diaria de vida, y en el otro lado están los magos –hombres sabios, que tiene que completar una larga travesía desde el conocimiento de aquello que es relativo hacía el conocimiento de aquello que es absoluto, a través de su objeto de estudio.

 

Los magos son representados de diferentes edades, lo que enfatiza el hecho de que la revelación les es dada a los hombres independientemente de su edad y experiencia terrenal. En una de las esquinas inferiores del icono dos mujeres están limpiando al Niño. Las dos mujeres son las dos parteras que José llevó a la Madre de Dios. Esta escena de la vida diaria muestra claramente que el Niño es como cualquier otro recién nacido y está sujeto a los requerimientos de la naturaleza humana. Otro detalle enfatiza que en la Natividad de Cristo “el orden natural es vencido” –este es José. Él no es parte del grupo principal del Niño y su Madre; porque no es el padre y es enfáticamente separado del grupo. Ante él, bajo la apariencia de un viejo y encorvado pastor, está el demonio tentándolo. En algunos iconos es representado con pequeños cuernos y una pequeña cola. La presencia del demonio y su papel de tentador adquiere un particular significado profundo con una conexión con esta “fiesta de re-creación”. Aquí, en base a la tradición el icono transmite el significado de ciertos textos litúrgicos, que hablan de las dudas de José y el problemático estado de su alma. En la persona de José el icono deja al descubierto no sólo su drama personal, sino también el drama de toda la humanidad –la dificultad de aceptar aquello que esta “más allá de palabras o razón” –la Encarnación de Dios. Mientras que en algunos iconos la Madre de Dios es representada mirando al Niño, “guardando en su corazón” palabras acerca de Él, o mirando directamente al mundo exterior, Ella mira a José como si estuviera expresándole con su mirada compasión debido a su estado. En esto el icono nos enseña una tolerante y compasiva actitud hacia la incredulidad y la duda humana.

 

La iglesia de oriente canta frente a este icono:

 

Cristo ha nacido: glorifiquémosle,

Cristo ha venido de lo alto: acojámoslo,

Cristo ha bajado a la tierra: exaltémoslo,

Cantad al Señor toda la tierra, celebradlo con alegría.

 

 

Fuente:

Leonid Ouspensky, Vladimir Lossky. "The Nativity of Christ”. "In the meaning of Icons”, “El Significado de los Iconos”. Crestwood, NY: SVS Press, 1982.pp. 157-160

 

https://books.google.com.mx/books? id=zbXOSZAXNVgC&pg=PA69&lpg=PA69&dq=oraci%C3%B3n+del++icono+natividad&source=bl&ots=aD3GNTxp5&sig=ACfU3U3RDHO10j1i5zl7bfWNaqGmKsakGw&hl=es419&sa=X&ved=2ahUKEwibppGfxsXmAhUEbKwKHVE5AYkQ6AEwEXoECAoQAQ#v=onepage&q=oraci%C3%B3n%20del%20%20icono%20natividad&f=false

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